Empecé mis estudios y el trabajo en el campo en los años 70 y, por tanto, en aquella época no había nada ecológico. Fui cambiando mis conceptos de lo que hacía como fructicultor, empezar a trabajar con agricultura regenerativa hacia 2010 e iniciando la producción en ecológico en 2016, junto al huerto de casa que siempre he hecho de forma natural «sin química». La explotación es de tipo familiar con una plantilla de seis trabajadores fijos más los eventuales de recogida de fruta. La tierra que cuido está declarada en cultivo ecológico, también utilizo conceptos biodinámicos en el cuidado de las plantas y tengo cada vez más un pensamiento antroposófico de la vida.
El destino de la producción es muy variado y va un poco a cada sitio. Intentamos ayudarnos de las sinergias con cada uno de nuestros clientes y no renunciamos a nada, tampoco a servir un kg de fruta a nuestra vecina. He trabajado muchos años tratando de proveer las despensas y cada vez tengo más claro que nuestro trabajo tiene la responsabilidad de hacerlo bien y con criterios. Si lo hacemos bien no hace falta ir al médico, si lo hacemos bien damos trabajo a más familias que viven cerca de casa, si lo hacemos bien demostramos que hay otra forma de entender la vida, donde el alimento no es un artículo más de consumo. El poder que tenemos las personas en cada acto de compra modela el mundo que nos rodea.